Clepsidra es una librería independiente, de barrio, ubicada en la comuna de Ñuñoa, en Santiago. Quienes la visitan se encuentran con un lugar tranquilo y luminoso, hay sillas cómodas para hojear con calma lo que provoque su curiosidad. Un lugar que llama a diario a la cultura, que cuando está la puerta abierta de par en par invita a lectores de todoas las edades a participar en su mundo, a descubrir nuevos conocimientos, entretenerse, o simplemente pasar un buen momento en torno al diálogo y la reflexión.
En sus inicios en 2002, su fundador, Omar Sarrás, propuso el nombre Clepsidra, «que es un reloj de agua que mide el tiempo». Con él conversamos de libros, revolución digital y el (des)interés de los chilenos por la lectura.
¿Por qué la librería se llama Clepsidra?
La Clepsidra es un cronometro de agua, ahora se les dice también así a los relojes de arena, la idea es que esta agua que cae de un recipiente a otro es lo que queda del tiempo. Eso son los libros, los libros son lo que queda del tiempo. Nuestra frase “fe en el tiempo” se refiere de manera indirecta a la fe que debemos depositar en los libros.
Los libros son ese tiempo que permanece, que no se escurre como el tiempo en la concepción misma y en la experiencia habitual. Los libros son tiempo conservado y ese tiempo conservado es lo que nos interesa comunicar con las personas de nuestro presente y de nuestro barrio. Nos interesa no sólo vender sino también posibilitar ese encuentro entre los autores y el público.
¿Cuál es el sello de la librería? ¿Qué la diferencia de otras tiendas?
La librería siempre tiene el poder de satisfacer el deseo de lectura de un público amplio y muy curioso, esa curiosidad de poder encontrarse con clásicos en diferentes categorías hace que sea una librería no solo para un tipo de lectores, sino que sea una librería para todos aquellos que tienen curiosidad.
Por ello tenemos una importante sección de poesía, teatro y psicología que son temas que nos interesan y que en algunas librerías no existen como sección. Queremos que las personas no pierdan la oportunidad de conocer en su vida lo maravilloso que es leer un libro, leer a un autor que no está hablando a través de los siglos o que nos está hablando desde otro lugar, y que puede llegar a ser muy cercano al decirnos algo que nos marque la vida.
¿Qué opina de la revolución digital que actualmente vive el ecosistema del libro?
En realidad, yo vi un gran renacer, una vuelta de mucha gente a la lectura, ya que cuando hay tiempo la gente puede volver a los libros. Yo creo que con la pandemia muchas personas encontraron un refugio en la lectura. En general, siempre estamos trabajando o estamos ocupados; desde edad temprana, en las instituciones preescolares hasta que nos jubilamos, entonces esta fue una posibilidad única en la historia, una pausa de alguna manera.
Por otra parte, lo digital no ha desplazado a lectura, más bien la gente empezó a comprar más libros, yo creo que un libro en papel, como lo dijo hace muchos años un cliente, la nueva tecnología no reemplaza a la buena tecnología, y el libro es una muy buena tecnología que va a perdurar por siempre.
La mayor parte de los lectores les gusta tener el libro en la mano, por ejemplo, a mí me gusta mucho la editorial que se llama Alianza, esa editorial tiene una textura particular en sus portadas y un tipo de páginas que hacen que uno lo disfrute. No es lo mismo leer el libro que leer digital, para cosas informativas yo pienso que lo digital puede estar muy bien, pero la lectura de placer o una lectura más reflexiva creo que el libro es algo que no se puede reemplazar. Entre lo digital y el libro no veo que haya una amenaza, más bien una complementariedad.
Como integrante del Consejo Nacional de Libro, representado por la Cámara Chilena del Libro ¿Qué cree usted que le falta al país para poder generar más lectores?
En mi opinión tiene que ver con lo que a mí me mostró muy claramente la rebelión del proceso social que tuvimos en 2019, y es que la gente siente que no es parte de la comunidad. Yo creo que la gente no lee porque no se siente parte, no siente que tenga una voz que vaya a ser escuchada.
Para que haya más lectores tiene que existir la posibilidad de que los ciudadanos y la gente en general, niños y adultos, sientan que tienen algo que decir, entonces eso permite que la gente también quiera entrar en ese dialogo con más argumentos, pues si nunca se le ha preguntado nada, si no los han integrado y siempre han estado preocupados sólo de ganar un sueldo para subsistir (…) El estallido no fue solo por razones económicas sino por razones de no pertenencia, de no estar dentro de la comunidad, de no ser valorado ni tomado en cuenta.
Yo creo que la lectura se va a dar en la medida en que haya más democracia, en la medida en que la gente pueda participar más en lo que ocurre en el país, que no haya una élite distante. Cuando la gente puede decidir, empieza a interesarse y ese interés motiva su curiosidad y logra, muy probablemente, nuevos lectores.